domingo, 11 de junio de 2017

Lo fácil y lo difícil en la vida.


                              ¿Es lo más fácil lo mejor?

Tanto usted como yo, normalmente evitamos enfrascarnos en algo difícil a menos que el asunto amerite hacerlo.

Y es que cualquier acción humana lleva un gasto de energía y se experimenta mentalmente como una sensación de fastidio. El fastidio implica resistencia y nuestra mente crea entonces todo tipo de excusas para evitarnos gastar energías.
 Pues lo que jocosamente llamamos “Ley del menor esfuerzo”, en realidad es la expresión  humana de la más importante de las leyes de la Física, el “Principio de la Mínima Acción”.
La motivación es el principal recurso conque contamos para hacernos ejecutar ese gasto de energía que la mente avara evita hacer.
A cambio, los circuitos neuronales generados por la motivación provocan la liberación de endorfinas y otros neurotransmisores que producen placer. De este modo, “se premia” a la mente avara.
Aunque absolutamente todos contamos con la capacidad de motivarnos, la misma depende de factores tales como el estado de salud, la inteligencia, la sensibilidad, la educación y el conocimiento.
Sin motivación no hay acción consciente, cualquiera sea esta. Es el motor que nos permite superar la barrera de lo “difícil”. O evitar irnos por lo “fácil”, que en no pocas ocasiones, resulta dañino.
                          
                               Escoja usted

No se trata de machacarnos la vida haciendo siempre “lo difícil”, a secas y sin motivación. Se trata de actuar conscientemente y decidir lo mejor para nosotros mismos y los demás, aunque esta decisión no sea la más fácil de ejecutar…
Por ejemplo, es muy fácil comer sin restricciones y sin prestar atención a la dieta. Pero esto no nos librará luego de lo difícil: las consecuencias de la obesidad, la diabetes, la hipertensión, la hipercolesterolemia y los accidentes cerebro - vasculares.
Es “difícil” vencer la resistencia a gastar  energías y realizar entrenamiento físico. Por tanto será muy fácil tener una pésima apariencia física, carecer de energías para todo, dormir con dificultad, tener poca capacidad de autodefensa y propiciar una salud deficiente.
Es “muy fácil” seguir a otros sin pensarlo bien y comenzar a fumar, ingerir alcohol o consumir drogas. Y mucho más difícil será luego llevar la vida de un adicto.
Es muy fácil andar por la calle distraído, conversando con uno mismo o atendiendo  al celular y no al tráfico ni al ambiente. Lo difícil será librarnos luego de las consecuencias de un accidente. O sencillamente, las de haber perdido una excelente oportunidad que  nos pasó por al lado y no percibimos a tiempo por estar distraídos.
Aunque lo más difícil de todo es vencer al miedo. Que tiene miles de caras. Dada su importancia, trataremos de este asunto en particular en otra ocasión.

                            Todo es cuestión de energía

A la hora de abrirse paso en la vida y progresar, los “caminos fáciles” generalmente resultan funestos.  Y el asunto es una vez más, de principio.
El hecho de mantenernos vivos es una lucha contra la tendencia natural de los sistemas a aumentar su entropía, o sea, su grado de desorden.  Contrarrestar esto (la Segunda Ley de la Termodinámica) lleva suministrar energía al sistema. Por eso nos alimentamos.
Y si deseamos progresar y tener éxito en nuestros proyectos personales, lo cual significa aumentar más aún nuestro grado de organización, de manera obligatoria hay que emplear energía para ello. Cuesta trabajo, es “difícil”.
“-Todo es cuestión de energía”- advertía el chamán Don Juan a su discípulo Carlos Castaneda. Y agregaba que de lo que se trata es de reorganizar nuestra vida y dedicarle nuestra energía a lo verdaderamente útil.
Es decir, emplear dicha energía para ganar en orden y desarrollo, lo cual de manera práctica se manifiesta como “poder”, o sea,  la capacidad de influir de manera decisiva en los acontecimientos.
Adquirir conocimientos y dominar una profesión es difícil, pero los beneficios bien valen la pena. De esto tratamos constantemente de convencer a nuestros hijos o nietos, pero ¿somos realmente consecuentes con lo que predicamos? ¿Nos preocupamos nosotros mismos de adquirir nuevos conocimientos, aunque sea para seguir siendo útiles y merecer un buen empleo? ¿O nos dejamos llevar por el facilismo?

                                  Cuando de cultura se trata

 En el terreno del arte y de la cultura aparecen constantemente nuevos productos fabricados en serie, de consumo fácil, que repiten esquemas simples y  en muchos casos, tienen poco de arte o de cultura. Son solo sucedáneos, hechos para ganar dinero, donde se sustituye calidad por actualidad.
En cambio, productos artísticos de factura elaborada, alto vuelo imaginativo y esmerada ejecución con frecuencia son vistos como algo “difícil”, solo para “entendidos”.
Conozco personas que disfrutan plenamente una obra sinfónica de Bach, el Jazz de Herbie Hancock o el rock de Pink Floyd sin tener ninguna formación musical. Uno de ellos me divierte: ¡detesta a Mozart!  Bueno, a mí tampoco me gusta Mozart…las preferencias son permitidas.
El arte toca profundamente los sentimientos y posiblemente ningún otro lo consiga de un modo tan intenso como la música. Por alguna razón misteriosa, las vibraciones de la música de Mozart no logran una fuerte resonancia en mi amigo ni en mí, algo que la obra de otros compositores, incluso de mucho menos nivel, sí consigue.
El asunto aquí radica en que aunque parezca “difícil”, cualquier persona que se muestre abierta y dispuesta a percibir sin prejuicios, puede asimilar y disfrutar de todas las expresiones del arte, sea música, artes plásticas, cine, danza, teatro o literatura.

Porque el arte va directo a los sentimientos, no al raciocinio.
Desde luego, la predisposición que tengamos al enfrentarnos con una obra de arte concreta es determinante. Si uno ya “está entrenado” en consumir arte con elevada factura, será más probable que pueda disfrutar de una pieza determinada y valorarla según su juicio personal.
 Claro está que no podrá emitir conclusiones certeras sobre su ejecución, posiblemente le pasen inadvertidos ciertos errores o falta de pasión en algunos pasajes.
Pero disfrutarla sí puede. Que es en definitiva, a lo que aspiran el compositor y los músicos. O el coreógrafo y los bailarines o el escritor de una novela. Todos pretenden llegar al corazón de su público.
Ciertamente, mientras más arte con elevada elaboración e interpretación consume alguien, no solo eleva su espíritu, sino que “abre sus entendederas” para descifrar obras complejas de un extraordinario valor.
Mas si solo consumimos reguetón, vemos cine de acción de quinta categoría, los horribles “sketchs” humorísticos de 10 minutos de la TV latina de los USA o las “narco-novelas”, nuestra manera de entender y sentir la vida será tan simplista como la del producto que se nos ofrece.
Y aclaro: quizás el cantante y el actor del show televisivo, en sus casas, escuchen a Vivaldi, disfruten de los libros de Herman Hesse y de videos del ballet Bolshoi, quien sabe, pero los productos que proyectan para ganar dinero resultan  facilistas y de poca sustancia.
Es perfectamente posible disfrutar tanto de “Rápido y Furioso” como de “Fresas Silvestres”, de Ingmar Bergman y darle a cada uno su momento y lugar.
Porque tampoco es muy recomendable dejar de identificar y entender  “lo fácil”, pues esto conduce entonces a desconocer los códigos que prevalecen en un sector importante y hasta mayoritario de la sociedad, dentro de la cual estamos todos.
Además, nos puede llevar a una actitud errónea de elitismo.
No se trata de que “nos guste todo”, sea bueno o malo, fácil o difícil, se trata de cultivar el entendimiento y el alma, de manera que podamos discernir y asimilar conscientemente y con pleno derecho lo que deseemos y consideremos provechoso. Sea “fácil” o “difícil”.

Porque hay mucho de bueno y de arte en obras de hechura sencilla, incluso minimalista.
Sin embargo, corren tiempos difíciles para el mercado del arte con más alto nivel de elaboración. 
Solo pretendo advertir que si bien “lo fácil” entra sin dificultad por los sentidos y va directo al cerebro como ocurre con la glucosa, lo “difícil” aporta tanto y más, aunque conlleve un esfuerzo consciente  para no perdernos algo de este mundo a lo que se tiene derecho.
                               
                                   Más allá del individuo

No solo enfrentamos el dilema de “lo fácil’ y “lo difícil”  en el plano fisiológico y cultural, sino además, en nuestra conducta social.
Como nunca antes en la milenaria historia de la Civilización, intereses hegemónicos concentran en muy escasas manos un gigantesco poder. Y ese poder es ejercido sobre el resto de los humanos del planeta, unos seis mil millones de personas, de una manera a veces abiertamente brutal, pero la mayoría de las veces tan hábil e inteligentemente, con un derroche tal de recursos sofisticados, que es muy fácil (demasiado), no percibirlo y ni siquiera imaginarlo.  Llega uno a aceptar un estado de cosas y que si algo marcha mal en nuestra vida es culpa del destino o por no esforzarnos lo suficiente.
Lo más terrible es que sin estar conscientes de ello, muchísima gente es desechada o simplemente
asesinada a guisa de sacrificio ante el altar del Poder de unos pocos.
El gran reto que enfrenta hoy la especie humana es hallar nuevas soluciones políticas y socio-económicas que permitan de manera consciente (y no espontánea) controlar nuestra relación como especie con el entorno natural, dentro de parámetros admisibles.
Debe lograrse un equilibrio a largo plazo de nuestra especie con la biosfera y el propio planeta. En estos momentos ya estamos al borde de una descomunal catástrofe, cuyas consecuencias pueden muy bien llevarnos a desaparecer.
Como parte de esto (y no aislada al problema enunciado)  resulta imprescindible que cada existencia individual sea factible y valga la pena ser vivida.
Esto no puede lograrse si cada persona se aísla en su concha y llena de miedo, se deja llevar por la corriente. Una corriente que también como nunca antes en la Historia, está diseñada para manejar mentes y voluntades empleando la alienación, el manejo preconcebido de las emociones básicas y la anulación del juicio crítico de cada cual, Quien dude de estas afirmaciones  puede investigar que cosas son neuromarketing y neuropoltica. O guerras de cuarta y quinta generación. Puede averiguar quienes son y de que medios se valen los poderes fácticos para convertir a grandes masas de seres humanos en manadas de ovejas, que ahora pueden marchar a ser esquiladas y mañana pueden enviarse derecho al matadero. Ha sucedido ya y pueden citarse ejemplos aplastantes.
Cada persona debe hacer su opción entre permanecer conectado a “La Matriz”, recibiendo de un biberón una sopa virtual que le hace creer que es un ser vivo dotado de voluntad y raciocinio u optar por correr el riesgo de ganarse su libertad.
Es difícil actuar como Giordano Bruno, quien resistió las presiones de la Inquisición y prefirió la muerte en la hoguera antes de traicionar sus propias convicciones.
¿Pero acaso puede acusarse de fácil la decisión posterior de Galileo de retractarse de sus criterios al ser juzgado por el mismo juez de la misma criminal Inquisición que juzgó a Bruno? Para ser consecuente, acepto la “dificultad” de tomar partido en esta disyuntiva y doy mi opinión.
Bruno merece respeto. Fue condenado no exactamente por sus ideas científicas, estas formaban parte de un conjunto de ideas religiosas y filosóficas a las que no quiso renunciar. Sus concepciones de vida y muerte no eran las de un materialista ateo, algo que a veces se ignora cuando se dice que prefirió la muerte a renunciar a sus convicciones.
Pero indiscutiblemente, Galileo hizo bien. Sacrificar la propia vida solo tiene sentido cuando se hace por salvar la vida de otros. Además, la lucha contra ideas dominantes, en especial cuando estas son defendidas por métodos de terror extremo, solo puede llevarse a cabo usando inteligencia y astucia. Y nunca aisladamente.
A los osos, como a los personas, les encanta la miel. Cuando un oso intenta devorar un panal, no le teme al ataque de una pequeña abeja aislada. En cambio, es incapaz de resistir el ataque coordinado de un enjambre. Y aunque unas abejas atacan primero que otras, marchan tan juntas que son invencibles.










Rey.