martes, 4 de abril de 2017

Mucho más que dos.

                 

"Nothing last forever, but the Earth and sky"   

                             Kansas, Dust in the wind

                                

                                               


“Nada es para siempre, excepto el cielo y La Tierra”, dice el grupo Kansas en su más conocida canción, ¨Polvo en el viento¨.
Ciertamente, nada es eterno. Ni siquiera el cielo y La Tierra lo son,  sin demeritar la intención poética de la muy hermosa canción citada.

Aunque  hay relaciones de pareja que duran toda la vida, no es la regla. Mucho menos en estos tiempos, donde prima la independencia personal particularmente en lo económico y una pareja es lo que debiera ser: la unión libre de dos personas que se aman y deciden compartir sus días.
Cada cual entiende al amor a su manera, pero todos estamos de acuerdo en que, sentimiento al fin y al cabo, tiene altibajos, es voluble y puede evaporarse lentamente o apenas en un instante. Y cuando esto ocurre, ya no tiene sentido compartir los días, a menos que primen otros intereses ajenos al amor y al bienestar compartido.



Por experiencia, también sabemos lo doloroso que resulta terminar una relación. A nadie le gusta sufrir, por eso vivir a  plenitud y concientemente nuestra relación amorosa es la única garantía de que las cosas salgan lo mejor posible.
Y decimos esto porque en casi todos los aspectos de la existencia, desgraciadamente actuamos sin la suficiente responsabilidad por nuestros actos. Y cuando las cosas nos van mal, cargamos la culpa sobre los demás, el destino y la sociedad.

                    Hacerse responsable 

 
Cuando uno está consciente de algo, en este caso de su relación de pareja, actúa por sentimiento y convicción, porque le nace y le complace desde las entrañas.
No se trata de pensar, sino de sentir, de vivir con sencillez e intensidad el espacio íntimo con nuestra pareja. La atracción por el otro es un proceso puramente biológico y emocional, cada persona tiene sus propios patrones de gusto, expectativas y experiencias previas y la acción consciente aquí consiste en evitar que se entrometan en nuestros sentimientos consideraciones de cualquier índole, sean morales, económicas, familiares o las opiniones de otras personas. Solo uno mismo sabe lo que siente y es dueño de sus decisiones. Y es responsable por las mismas.

Por eso es imperdonable cuando alguien verdaderamente atraído por su pareja comete errores de todo tipo que afectan y ponen en riesgo la relación. Cuando una persona está plenamente consciente de lo que siente por otra, no hay espacio para errores.


El otro aspecto, que nunca podemos olvidar, es que una relación de pareja es mucho más que dos.
Es un modo de vida compartido, donde placeres y responsabilidades son para los dos. Además implica dejar a cada uno el espacio suficiente para su realización como persona útil y ser humano íntegro, donde uno vea en el otro apoyo y complemento, solidaridad y estímulo para vivir.
Una relación amorosa no puede ahogar al otro, pero tampoco significa subordinarse a la pareja ni llevar la vida que el otro imagina que debamos vivir. Todos tenemos el derecho y el deber de llevar nuestra propia existencia según nuestras inclinaciones y capacidades, siempre que esta existencia propia sea armoniosa y útil para los demás. 

                     Dos son más que 1+1

La relación de dos personas que comparten su vida debe entonces ser justamente el vehículo que facilite, al entregarnos y recibir, la más auténtica y plena realización individual.
Cuando una relación de pareja se basa en el amor, intuitivamente se actúa de ese modo, porque el amor es la manera que tenemos los seres humanos de experimentar en lo más hondo de nuestro ser que solo somos individuos hasta un cierto punto y en realidad formamos parte de una interacción infinita que abarca todo que existe.
Un sentimiento tan grande excede nuestra conciencia individual e inmediatamente se canaliza hacia personas concretas: nuestros padres, hijos, familiares y amigos y en particular, hacia esa persona que nos atrae y escogimos como pareja.
Desgraciadamente, es imposible sentir amor todo el tiempo. Es un estado de conciencia muy elevado y consume demasiada energía síquica. Su opuesto, el Miedo, se aprovecha de inmediato y nos lleva al individualismo, a cometer errores, a la mezquindad,
 Si no actuamos con plena conciencia de nuestra existencia, el amor de la pareja se puede acabar. Pero si lo cuidamos, lo alimentamos todos los días con intención e inteligencia, nos estamos llenando de energías, de vitalidad y logramos la maravilla de reconectarnos plenamente al Universo.
Nuestra relación de pareja puede y debe ser uno de los puentes que nos una con esa fuente inconmensurable de Creación y Abundancia, uno de los modos que haga de nuestra existencia una experiencia que valga la pena.
 Es imposible saber con exactitud que nos depara la vida, pues tiene lugar en un Universo infinito de infinitas interacciones.
La casualidad (que no significa ausencia de causas) no solo existe, sino que nos acecha a cada instante. No nos queda otra opción que lidiar con ella. Para esto, solo tenemos la posibilidad de ser conscientes de nuestros actos, de responsabilizarnos por ellos. Es lo único que podemos controlar en este Universo  infinito.

La opción de asumir nuestra relación de pareja de manera consciente, basados en el amor, la compenetración y la libertad plena de cada cual es por tanto el mejor modo de experimentar una vida íntegra.


Le invitamos a escogerla.





    







Rey