Zoé Valdés (escritora), Lázaro Valle (pelotero) y Héctor Valentín
(cantante). Tres figuras consagradas que vivieron en una etapa de sus
vidas en el municipio donde crecí, La Habana Vieja.
Creo que
resulta agradable e interesante, que alguien con quien no tengamos
compromisos de ningún tipo hable de esas cualidades que sin darnos
cuenta lanzamos al universo por la forma de proyectarnos ante la vida.
Limón limonero, las niñas primero. Mi relación con Zoé Valdés fue
limitada; sólo fuimos casi vecinas por la década de los setenta. Ella,
vivía en la calle Empedrado entre Monserrate y Villegas y yo en
Villegas entre Empedrado y San Juan de Dios. Por esa razón, de cuando en
cuando, intercambiamos algunos saludos de cortesía al encontrarnos por
casualidad transitando por las calles del barrio; es que ambas
direcciones están muy cerca, literalmente al doblar de la esquina, como
diría un buen cubano.
La imagen que aún conservo de Zoé hasta hoy,
puesto que dejé de verla hace muchos años, está relacionada con una
muchacha decente y tranquila; más bien la describiría como una persona
introvertida o tal vez un poco tímida, puesto que, nunca la vi
relacionarse con nadie del barrio, o tal vez era yo quien no socializaba
bien…¡Vaya usted a saber!.
Un día, mirando las noticias culturales
del periódico Juventud Rebelde (si mal no recuerdo), veo el nombre de
Zoé Valdés, relacionado con un premio de poesía o algo similar.
Me
quedé sorprendida y hasta me puse contenta; porque nunca imaginé que esa
chica de bajo perfil que se movía por las calles del barrio, casi
siempre acompañada del que fuera su novio por aquel entonces (Rogelio),
con el cual hacía una bonita pareja, ya era una artista en potencia. Con
el paso del tiempo se convertiría en una de las jóvenes talento más
interesante en el campo de las letras de su generación, hasta llegar a
lo que es hoy, una escritora de primer nivel.
Alrededor de esos
años también de la Habana vieja, salen a la palestra dos figuras que al
igual que Zoé, se movían entre los pobladores del barrio como simples
mortales (sin oficio ni beneficio), sin que nadie imaginara que en poco
tiempo, dejarían el anonimato para que sus nombres comenzaran a sonar en
el deporte y la música, convirtiéndose en personalidades muy queridas
en su comunidad y en todo el país; ellos son: Lázaro Valle y Héctor
Valentín.
En el caso de Lázaro Valle, estudiamos juntos en la
primaria; creo que hicimos el tercero y el cuarto grado en la escuela
¨Chullima¨.
¡Que puedo decir de Lazarito como compañero de escuela!
Además de ser un buen estudiante, era cariñoso y muy respetoso, sobre
todo con las niñas.
Todavía recuerdo como él y yo comenzamos a
socializar en el aula: él me soplaba los exámenes de matemática y yo le
enseñaba a tocar rumba sobre el pupitre. Algo bien curioso porque no sé
dónde aprendí esas células rítmicas… ¡pero de que me salía bien, me
salían!
El recuerdo que más conservo de Lázaro desde niño y después
de joven, fue jugando pelota, tanto en la calle Cuarteles donde vivía,
como en los parques aledaños al Anfiteatro de la Habana. Y no fue en
vano, porque se convirtió en una gloria del beisbol siendo uno de los
mejores lanzadores que haya tenido Cuba.
Aunque hace muchos años
que no lo veo, porque salí de La Habana Vieja hace más de treinta años y
de nadie me despedí, ni siquiera del perrito chino. Todavía conservo
en mi memoria ese carácter bonachón y alegre que mostraba cada vez que
nos veíamos, cualidad que sin lugar a dudas lo hacía una persona muy
especial, sobre todo cuando al saludarme, mencionaba mi nombre con los
dos apellidos y con una sonrisa de oreja a oreja me preguntaba: ¨¿ya te
aprendiste la tabla del siete?¨
¡Aquello me daba tanta gracia!
Porque ya éramos adultos pero a él no se le había olvidado aquel pasaje
de mi vida como estudiante. ¡Qué cosa!
En cuanto a Héctor Valentín, al principio sólo nos conocíamos de vista, aunque ambos crecimos en la Habana vieja.
Una vez, yo andaba buscando un cantante para un grupo musical que
estaba formando y un hermano mío lo recomendó; lo escuche cantar y me
dije: tú eres lo que busco. Así comenzó a dar sus primeros pasitos en la
música ¨el Vale¨, como cariñosamente le decimos las personas más
íntimas.
No pasó mucho tiempo para que agrupaciones establecidas
cómo Elio Revé y Adalberto Álvarez reconocieran sus condiciones
excepcionales como cantante en su paso por esas agrupaciones.
Héctor
Valentín, es uno de los pocos cantantes que conozco y reconozco, capaz
de pasearse por cualquiera de los géneros de la música popular cubana y
desafiar con esa voz privilegiada canciones tales como, ¨O sole mio´,
interpretada magistralmente en uno de los tantos programas ¨Mi Salsa¨,
que se trasmitieran hace algunos años por la televisión cubana y que
por esa razón, recibiera de Víctor Torres el título musical ¨El tenor de
la salsa¨.
Como en los casos de Zoé, y Lázaro, también dejé
de verlo hace muchos años por la misma razón, a diferencia que con él,
sí intercambio saludos afectivos a través de Facebook… ¿Verdad Vale?
Sin temor a equivocarme señores, me atrevo a decir que
hay muchos cubanos dentro y fuera de la isla, que se sienten tan
orgullosos como yo de ustedes, porque han sabido prestigiar con el
talento que le fue otorgado por la madre natura, la cultura y el deporte
cubano para convertirse en hijos pródigos de esta hermosa tierra, amén
de sus posiciones ideológicas.
Entonces, como diría un coro, de una
de las canciones que popularizara Valentín con su banda años después,
voy a concluir este post. El cual dice: ¨CON ESTA GENTE YO NO QUIERO
LIO, ESA GENTE, SON DEL BARRIO MIO¨. Zoé, Lázaro y Valentín.
Que el
señor me los bendiga porque con ustedes no hubo casualidad, la suerte
los besó desde que estaban en el vientre de sus madres. ¡ FELICIDADES!
Carmen Tamara